Una foto de lo que sea, un efecto preestablecido, seteado por un programador con dudosísimas habilidades para el retoque fotográfico, muchos hashtags sin sentido, y voilà.

De hecho, nadie mira las fotos taggeadas, por ejemplo, como #InstaCool. Por dos motivos. En primer lugar, porque se suben miles de fotos por día con esa etiqueta, un refresh y la perdiste. En segundo lugar, porque podríamos clasificar todas esas fotos en decenas de categorías y subcategorías, y ninguna de ellas calificaría como cool. Tu plato de ravioles con bolognesa no es cool. Además enfocaste como el orto.
#InstaPicOfTheDay. Hay dos interpretaciones acá. Que sea la foto que vos elegiste para subir en el día o que alguien haya elegido tu foto como la mejor del día entre muchas otras. Tu foto no aplica a ninguna de las dos porque A) es malísima y nadie la elegiría bajo ningún concepto para nada, y B) es la decimocuarta foto en cuatro horas que subis usando ese hashtag.
#InstaPic. Llevo dos años usando instagram y no logro descifrar qué función específica cumple.

#InstaSky. Si #InstaClouds fuera un cenicero, #InstaSky sería la cabeza de Huberto Roviralta. Inseparables. Consecutivos, sin excepción. Acá viene otra primicia: todas las fotos sacadas desde un sexto piso en las que se ven algunos edificios y el cielo también son idénticas.
hashtags innecesarios es un logro no menos que considerable. Por favor, te lo imploro, dale like a esta foto de una bicicleta vieja que estaba atada en un poste de luz en microcentro".
#LikesForLikes (también #L4L, #Like4Like, y afines). "Vos le das me gusta a esta foto sin siquiera mirarla y yo hago lo mismo con una foto tuya". Es como hacer un doble timón holandés con un desconocido, acabar y llorar abrazados, pero sin la parte del contacto genital, y enfatizando todo el resto. En particular la parte de acabar y llorar.
No voy a reparar en esto demasiado. La lista es interminable, y la fórmula es siempre la misma:
#Hashtag + "Entre líneas se lee esto" = Sos un imbécil y tus padres te odian.
Cuando digo que no quiero reparar en esto es porque realmente no todo es malo en el mundo del Iger. Hay gente muy creativa. No es indispensable que seas Cartier Bresson. Instagram es el sueño del fotógrafo amateur. Hay gente que no necesita comprarse una DSLR para sacar fotos increíbles. Gente que sólo se toma el trabajo de mirar la luz, jugar un poquito con el contraste, enfocar y ya. Suficiente. Es una red social, tampoco es una muestra en el ICP.
Un párrafo sin escupir mierda me parece casi un exceso. Vuelvo a lo mío.
Hay tópicos particularmente recurrentes. Demasiado recurrentes, en realidad. Me atrevo a obviar en esta parte lo de las nubes y el cielo porque no quiero pecar de repetitivo.

Pies. Admito que he subido fotos en las que se ven mis pies. O mi calzado, para ser más exacto. Pero el calzado no es lo protagónico de la imagen. Es parte de ella, o es algo secundario. Son dos pies y algo más para mostrar. Una trama, un reflejo, algo. Tus pies descalzos con nada destacable cerca, dejando de lado que el pie es por defecto una extremidad espantosa, hace de esa foto que acabás de subir una postal de todo lo que está mal en este mundo.
Este año Instagram me dio una alegría inmensa. Ya promediando el otoño, se dejaron de romper las pelotas con las fotos de hojas secas. Éste era uno de los tópicos más preocupantes anteriormente. Ojalá en primavera se tomen la misma delicadeza y manejen el temita de fotografiar jacarandáes.
Para terminar, quiero implorarles algo: seleccionen qué foto subir. Si tuviste un cumpleaños y sacaste sesenta fotos casi idénticas, elegí la que más te guste y subila. Dos, tres si eso te hace felíz. Pero si subís las sesenta, me obligas a verlas todas o a dejar de seguirte, y cuando dejo de seguirte me lo reprochas. Es tu culpa, no la mía.
El propósito de esta entrada no es otro que intentar despertarlos para que hagamos de Instagram un lugar mejor. Es mi granito de arena.
Usemos instagram con responsabilidad.
Luchemos por la vida.